El siguiente texto fue extraído del libro"Ejercicios de imaginería Zen" de Shizuto Masunaga y Stephen Brown, de Editorial Edaf, colección Nueva Era.
“Nuestro cuerpo es capaz de mantener un saludable equilibrio
de la actividad fisiológica cuando cada meridiano ejecuta su función o papel
apropiado y para que esto suceda ki, o la energía vital, debe circular
constantemente a través de cada uno de los meridianos y en una secuencia
ordenada. Se produce la enfermedad cuando hay un estancamiento de ki en algún lugar del curso de estos
meridianos. Aunque se haga algo para
mejorar la fluencia de esta energía en el punto de estancamiento, en tanto y en
cuanto no se elimine la causa básica del estancamiento la enfermedad se
reproducirá, pues no se ha eliminado la causa raíz del problema. Al encontrar
una solución rápida que elimina los síntomas en el área afectada puede
parecernos que el problema se ha solucionado,
pero esto no se puede considerar como un auténtico estado de salud.
Los ejercicios de imaginería se realizan en una secuencia
específica para facilitar la fluencia de ki en el orden apropiado a través del
cuerpo. El principal órgano responsable de la circulación de ki es el corazón,
considerado en la medicina oriental como el soberano de todos los órganos. La
función del corazón puede considerarse como similar a la conciencia de un
individuo *. La conciencia actúa
uniendo muchos elementos diferentes de manera que formen una totalidad
unificada. La conciencia actúa como el centro hacia el que son atraídos los
diversos componentes, organizándose a su alrededor para trazar una distinción
entre el ser y el no-ser. Cuando trazamos un círculo, usualmente decidimos
primero el centro, y luego trazamos a su alrededor el círculo. Sin embrago, en
el caso de un organismo el centro y la periferia se forman simultáneamente.
Los organismos unicelulares son una combinación de muchos
componentes distintos, pero los organismos multicelulares, compuestos de muchas
células, son también capaces de funcionar como una unidad orgánica por causa de
una conciencia que las une en un organismo. Podemos compara estos con la imagen
de de un gran número de personas trabajando con el mismo propósito, o de
personas que se unen para volverse “unas de cuerpo y espíritu”. Instinto es una
de las palabras utilizadas para este aspecto unificador de la conciencia, que
es un rasgo innato en los animales. Jean
Henry Faber (1823 – 1915), que estudió los insectos con conducta instintiva
compleja, observó muchas cosas que incluso le parecían milagrosas. Pero
descubrió también que introduciendo algún obstáculo improbable en el entorno de
los insectos conseguía que su instinto se perdiera completamente. Faber dio a
esto el nombre de “ignorancia del instinto”. Los instintos son ignorantes
porque aquellas cosas que no es probable que se produzcan en la naturaleza no
se tienen en cuenta. Los instintos sólo funcionan para asegurar la supervivencia
de la especie como totalidad en un entorno dado y bajo condiciones específicas.
La vida, que se ha originado como una faceta de la
naturaleza, fue dotada quizá con la capacidad de servir como parte integrante
de la totalidad de la naturaleza uniendo elementos separados. La capacidad
especial de distinguir una parte de la totalidad creció con el desarrollo de la
conciencia, y comenzaron a aparecer sobre la tierra organismos que podían
adaptarse libremente a las contingencias gracias a la modificación de su
conducta, que les llevaba a ajustarse a las circunstancias. Esa es la función
de nuestra conciencia. La presencia de la conciencia es más pronunciada en los
animales superiores, pero nadie puede decir realmente que las formas de vida
inferiores no la tenga en alguna medida.
De todos modos, en el caso de los seres humanos la mente consciente –esa
parte de la conciencia que ha servido a las necesidades de la totalidad- se desarrolló hasta el punto de llegar a
dominar sobre la conciencia instintiva. Mediante el trabajo de la conciencia
humana, se crearon cosas que nunca habían existido en la naturaleza, y la
socialización, el lenguaje y la especialización en el trabajo condujeron
finalmente a la creación de la civilización.
Sin embargo, hoy en día, las creaciones del hombre, habiendo llegado
demasiado lejos en la dirección de la mente consciente, se van alejando cada
vez más de la esencia de la vida.
La vida surge originalmente en un lugar donde no hay vida, y
con el tiempo vuelve a un lugar donde ya no existe la vida. Este proceso de
creación y destrucción podría considerarse como la función de la vida. El papel
o significado de algo identificado como una parte separada sólo queda
completamente claro cuando es percibido como una parte de la totalidad. Sin
embargo, nuestra mente consciente ha predominado sobre la conciencia (la parte
de nuestra mente que actúa para crear una totalidad) y ha llegado a
considerarse a sí misma como la dueña de la conciencia. Las áreas que están más allá de los objetivos
de nuestra mente consciente se han definido como nuestro inconsciente. Y
nuestra conciencia, que está relacionada en gran parte con el inconsciente,
parece funcionar más eficazmente como coordinadora e integradora cuando no está
atada por las limitaciones de nuestra mente consciente.
Como las palabras se desarrollaron por la necesidad de la
mente consciente de distinguir las cosas, es natural que convenga más para
explicar los asuntos pertenecientes a la esfera de la mente consciente. Ser lógico es ser coherente con
los conceptos verbalizados, y el pensamiento racional tiene lugar dentro del
medio de las palabras. Las expresiones utilizadas por los occidentales son
convenientes para explicar el mundo físico porque el ser y los otros se
distinguen claramente. En japonés, sin embargo, las expresiones tienden a
enfatizar el significado interior, o el “corazón” de las cosas, por lo que ese
significado resulta a veces vago para los extranjeros. A pesar de ello, hay ocasiones en las que una
utilización menos rígida de las palabras resulta más útil, pues puede ser un
medio de comunicación corazón a corazón que transmita cosas que estén más allá
de las palabras.
Los movimientos se ejecutan siempre como una secuencia total
de acciones, y por tanto son en gran parte inconscientes. Aunque el término “movimientos inconscientes”
pueda sugerir los de un borracho o un sonámbulo, lo que se quiere decir es que
la mente consciente normalmente sólo
dirige el principio y el final de los movimientos, sin implicarse en la
ejecución de todos los detalles de éstos. La mente consciente sólo funciona en
una gama espacial limitada y actúa
principalmente en estructuras de tiempo fijas. Nuestra mente tiene que
esforzarse mucho para seguir los detalles más sutiles de nuestro movimiento a
través de una secuencia de tiempo continua.
Cuando aprendemos una nueva serie de acciones, primero
desglosamos en parte todas las secuencias para que cada una de ellas pueda ser
aprendida individualmente, pero no puede decirse que las acciones hayan sido
aprendidas hasta que una persona pueda realizarlas todas juntas como una
totalidad sin una deliberación consciente. Los movimientos que siguen siendo
controlados por la mente consciente no han perdido su dificultad, mientras que
los movimientos a los que estamos acostumbrados son más suaves y requieren un esfuerzo
mínimo.

Cuando se dice que un ejercicio debe realizarse rítmicamente
o en equilibrio, o con un movimiento fluido, lo que se quiere decir es que el ejercicio se
debe practicar menos conscientemente. La mente consciente se puede emplear para
aprender movimientos nuevos basados en un nivel específico que trata de tener
un efecto específico. Esos ejercicios pueden parecer al principio útiles y
eficaces, per están apartados de la esencia verdadera de los movimientos. La motivación
para hacer ejercicio puede variar, pero todo individuo debe experimentar la
unidad esencial para permitir la espontaneidad sin la necesidad de ser
consciente de toda diminuta distinción. Idealmente los movimientos deben
repetirse para que los detalles se aprendan naturalmente mientras se ejecutan,
para que se vuelvan parte de uno mismo.
Es este un punto importante con respecto al cual se han
equivocado la mayor parte de los libros de ejercicios. No hay que culpar a los
autores de esos libros, pues el elemento intelectual de la sociedad enfatiza la necesidad de una
explicación lógica y comprensible. Por ello la explicación de los ejercicios se
basa invariablemente en los principios de la psicología y la medicina
occidentales. Muchos autores de libros de ejercicios sin duda tomaron
conciencia de que algunos aspectos de esas explicaciones racionales no se
conformaban exactamente a su propia experiencia. Sin embargo, quizá porque tuvieran mucha
confianza en sus métodos, los autores dejaron que el lector llenara los vacíos.
Por eso la mayoría de las personas que leen libros no reconocen nunca la
verdadera causa de esta discrepancia entre comprensión y práctica.”
*La palabra conciencia se utiliza en este libro como
traducción de la palabra japonesa kokoro,
que se refiere también a la mente y emociones propias. En lo ejercicios de
imaginería, kokoro hace referencia al
raso esencial de todas las formas de vida que integran un organismo en una
totalidad y le permiten funcionar como individuo.